14 de febrero – Francia, Pellevoisin: Nuestra Señora des Rosas (1876) – 2ª aparición en Lourdes

Mientras el Rosario sea rezado…

© Shutterstock/BillionPhotos
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A menudo, medito estas palabras de Santa Teresita del Niño Jesús: «Mediante el Rosario todo lo podemos conseguir. Según una graciosa comparación, es una larga cadena la que une el Cielo y la Tierra: un extremo está en nuestras manos y el otro en las de la Santísima Virgen.

Mientras se rece el Rosario, Dios no podrá abandonar al mundo, estoy convencido, porque esta oración es poderosa para Su Corazón. Ella es como la levadura que puede regenerar la Tierra. La dulce Reina del Cielo no puede olvidar a sus hijos que constantemente le cantan alabanzas. No hay oración más agradable a Dios que el Rosario. La Iglesia nos invita pues a rezarlo. La fiesta de Nuestra Señora del Rosario fue instituida por Su Santidad el papa San Pío V en la fiesta de "Nuestra Señora de la Victoria" (1572) en acción de gracias por la Victoria de Lepanto.

Lo que el Señor hizo en María por pura gracia, para que Ella fuera la Madre de su Hijo, lo hizo también con nosotros en el bautismo. Con Jesús nos hemos convertido en hijos e hijas amados del Padre, lo que significa que el pecado ya no tiene la última palabra, estamos hechos para amar. La fe es pues para nosotros un don de Dios, una gracia. Tenemos que dar una respuesta de fe cada día, vivir en nuestra peregrinación de fe con gran alegría, las tristezas y las dificultades cotidianas.

En Fátima (Portugal), la Virgen María declaró a los tres niños: “Yo soy Nuestra Señora del Rosario. “He venido para exhortar a los fieles a rezar el Rosario todos los días, a hacer penitencia por los propios pecados y a cambiar de vida”. ¡Que cada uno de nosotros escuche el llamado, la petición  de la Virgen María!

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