Quienes han encontrado a María mediante la verdadera devoción no es que estén exentos de cruces y sufrimientos, ni mucho menos; les asaltan más que a ningún otro, porque María, siendo madre de los vivientes, da a todos sus hijos trozos del Árbol de la Vida, que es la cruz de Jesús, pero es que tallándoles buenas cruces, les da la gracia de llevarlas con paciencia y hasta con alegría; de manera que las cruces que da a los que le pertenecen son más bien mermeladas o cruces confitadas que cruces amargas; o, si sienten por un tiempo la amargura del cáliz que necesariamente hay que beber para ser amigo de Dios, el consuelo y la alegría que esta buena Madre trae después de la tristeza, los animan infinitamente a llevar cruces aún más pesadas y amargas.
La dificultad es pues saber encontrar verdaderamente a la divina María, encontrar toda gracia abundante. Dios, siendo dueño absoluto, puede comunicar por sí mismo lo que ordinariamente comunica sólo por medio de María; no se puede negar, sin caer en la temeridad, que lo hace incluso a veces; sin embargo, según el orden que ha establecido la divina Sabiduría, ordinariamente se comunica a los hombres sólo por medio de María en el orden de la gracia, como dice Santo Tomás.
Para ascender y unirnos a Él, debemos utilizar los mismos medios que Él utilizó para descender hasta nosotros, hacerse hombre y comunicarnos sus gracias; y este medio es una verdadera devoción a la Santísima Virgen.
San Luis María Grignion de Montfort: Le Secret de Marie (El Secreto de María), § 22-23