10 de abril – Francia: Nuestra Señora de Laval

Volverse como un niño ante Jesús y María

© Unsplash/Josh Applegate
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En primer lugar, subraya Dom Ludovic Lécuru*, se debe recordar que la santidad es la vocación de todos los bautizados, ya que en el bautismo recibimos el Espíritu Santo que nos hace santos.

Desde entonces, los niños están llamados a la santidad tanto como los adultos. Hay en ellos un sentido más instintivo de lo sobrenatural que en los adultos. Esta capacidad del niño de ver lo sobrenatural es algo que el adulto pierde a medida que crece, cuando empieza a ver las cosas de forma pragmática, material... No en vano Jesús dice: «Si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18,3). ¡Las palabras de Cristo son claras! Tener sentido de lo invisible es una característica de la santidad. Recuerdo a un niño de 3 años que, mientras llamaba a su abuela, besó el celular para despedirse. Esto demuestra que para los niños todo está en el momento presente.

-¿Cómo podemos, como educadores, guiar a los niños hacia la santidad?

Convencidos de que donde hay más santidad hay más humanidad. El niño, de manera misteriosa, sabe lo que es importante en una iglesia. Si le muestras una estatua de la Virgen María y le dices: "Esta es la Virgen María", él lo entiende y lo cree. ¿Nos damos cuenta de lo importante que es para un niño reconocer a los 2 años quiénes son Jesús, la Santísima Virgen y San José? El despertar espiritual no tiene límites, pero tiene un comienzo: no esperemos que el niño esté en catecismo, ni pongamos condiciones.

Cuando una madre sostiene a su hijo en brazos en una iglesia, le muestra el sagrario y la luz que indica que Jesús está allí, ¡qué impacto en el alma de todos! Aquí nuevamente, es la evidencia de lo sobrenatural en los niños lo que los predispone a comprender las cosas santas. Otro ejemplo: la señal de la cruz. Un niño no tendría ningún problema en hacer esto, mientras que un adulto muy racional no se atrevería, especialmente si hay gente alrededor.

El niño necesita aprender. Ahora, sus padres son aquellos que lo aman, lo protegen, aquellos de quienes depende enteramente. Son como Dios. «En la paternidad y la maternidad responsables, Dios está presente», afirmó Juan Pablo II. La educación en la santidad comienza en casa, entre mamá y papá.

Dom Ludovic Lécuru: Extracto de una entrevista con el semanario France Catholique

*Dom Lécuru es un monje benedictino de la abadía de Saint-Wandrille.

 

www.france-catholique.fr

 

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