Nacido en Auray (Francia) el 14 de julio de 1602, en el seno de una familia rica y noble, Pierre de Keriolet parecía, desde niño, bajo influencia demoniaca. Le gustaba hacer el mal. Sus estudios con los jesuitas de Rennes no lo corrigieron, al contrario. Siempre falto de dinero, robaba a quienes lo rodeaban.
A los 20 años intentó unirse al Imperio Otomano para hacerse musulmán. Nunca lo logrará, hay muchos obstáculos en su camino. Fue víctima de bandidos mientras cruzaba Alemania: único superviviente del ataque, imploró a Nuestra Señora de Liesse que lo salvara. Una vez correspondido, no respeta la promesa hecha y, durante más de quince años, lleva una vida de libertinaje, durante la cual quizás hizo un pacto con el diablo.
En 1635, regresó a Francia para recoger la herencia de su padre y consiguió un puesto como asesor del Parlamento de Bretaña. Utiliza su poder como magistrado para alimentar el odio entre los litigantes y encuentra satisfacción en hacer el mal.
En varias ocasiones escapa de la muerte, como si sobre él se extendiera una protección invisible y todopoderosa. En lugar de cuestionarse, se felicita por su suerte excepcional.
Con la esperanza de llamar la atención del joven duque de Orleáns, hermano de Luis XIII, Pierre de Keriolet acompañó a este último a Loudun, en 1636, con otros parlamentarios. Un asunto de brujería sacude entonces la ciudad. Durante un exorcismo en la iglesia de la Santa Cruz, en Loudun, el demonio, hablando por boca de una mujer poseída, increpa a Pierre de Keriolet en público, le revela quién lo protegió y le explica los motivos, evocando los milagros de protección de los cuales él se ha beneficiado. Para concluir, el demonio precisa que estaba allí para conducirlo al infierno, gritando: “¡Sin Ella y tu ángel, te habría llevado!”.
Al día siguiente, el diablo grita al ver a Keriolet: “¡Oye, ahí está otra vez el señor de ayer! Si continúa así, se elevará tan alto en el Cielo, tal como hubiera estado tan bajo con nosotros en el infierno. ¡Ah! si supieras! […] ¡¡¡Metió los brazos en el barro hasta los codos para sacar su basura, y esto con el pretexto de que él guardaba un poco de devoción!!! ¡¡¡Y pensar que nosotros estamos condenados por un solo pecado!!!”.
De hecho, Keriolet se salva por haber respetado, durante toda su vida y cualesquiera que hayan sido sus defectos, la promesa que le había hecho hacía mucho tiempo a su madre: rezar todos los días, pasara lo que pasara, un avemaría en honor a Nuestra Señora. Si bien era conocido por su avaricia, siempre daba limosna generosamente, aunque afirmaba que no era por amor a Dios. Ahora bien, “la limosna cubre multitud de pecados”, según palabras de san Gregorio Magno.
Ciertamente, los ataques demoniacos continuaron durante toda la vida del abad de Keriolet, porque el infierno odia soltar a sus presas, pero será en vano. No podemos quitarle a Nuestra Señora lo que es suyo.
Anne Bernet: autor de más de 40 libros, en su mayor parte sobre la santidad.