22 de octubre – Rusia: Nuestra Señora de Kazán

Los milagros de la Madonna de la Purificación en el siglo XX (II)

© Shutterstock/godongphoto
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Caterina Bartolotta nació el 21 de octubre de 1963 en Setinggiano, Calabria (Italia). Había sufrido durante años convulsiones impresionantes, que ningún tratamiento había podido curar, cuando, el 2 de agosto de 1973, como anunció muy precisamente la Virgen María, fue curada de manera inexplicable. ¡A pesar de que todos los tratamientos habían fracasado!

Al día siguiente, 3 de agosto, la Virgen se apareció nuevamente y profetizó la muerte del abuelo paterno de Caterina, que entonces tenía noventa y un años, pero gozaba de buena salud. La fecha anunciada de su muerte estaba prevista para el día siguiente. Esta profecía se cumplió: ¡Francesco Bartolotta entregó su alma a Dios el 4 de agosto de 1973!

Al mismo tiempo, Caterina acompaña con notable devoción a su hermana pequeña Ana María, de siete meses. Padece una patología desconocida que le causa un gran sufrimiento. Caterina tiene la inexplicable intuición de que la causa de la desgracia de su hermana pequeña viene de su cadera. Tras comprobarlo, el Dr. Carnovale, del hospital de Catanzaro, redactó poco después un informe oficial en el que afirmaba que Ana María padecía efectivamente una “luxación congénita de cadera”. Además, durante la aparición del 2 de febrero de 1974, la Virgen de la Purificación sanó total y definitivamente a la niña. El profesor Carbone, que mira las últimas radiografías, explica: «Ya no necesita un separador, solo necesita caminar».

El viernes 8 de noviembre de 1974, ocurrió un hecho excepcional: Caterina vio a Cristo y a María, luego recibió los estigmas de la Pasión, convirtiéndose así en una de las personas más jóvenes de la historia en experimentar este fenómeno (tenía 11 años). Jesús le dice que ahora vive “cada día de su Pasión”.

En los años siguientes, las heridas aparecen en momentos concretos del calendario litúrgico: durante la Cuaresma y, especialmente, durante la Semana Santa. Además, en la piel de Caterina aparecen los estigmas llamados “figurativos”: símbolos y objetos religiosos, como corazones, cruces, custodias, a los que hay que añadir frases perfectamente legibles, generalmente oraciones, en italiano, latín y griego. Este tipo de estigmas, ciertamente sorprendente, no contradice en modo alguno los anales del misticismo. Una multitud de testigos vio sus heridas en la piel.

Caterina sigue creciendo en sabiduría y progresa en sus deberes diarios. Su desarrollo psicológico y moral es normal, y se casa felizmente. Hoy es madre de cuatro hijos, todos felices y perfectamente adaptados a la sociedad italiana. Fundó un grupo de oración que experimentó un gran crecimiento. Sus miembros meditan sobre textos bíblicos y sobre los mensajes de las apariciones. Rezan por el mundo y la Iglesia, por las familias, los pecadores y los difuntos. La misión de Caterina, como le dijo Jesús, es dar amor a todos, como Cristo en el Evangelio.

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