La siguiente historia nos muestra la gran eficacia del Rosario.
Grignion de Montfort tenía previsto ir a la isla de Yeu, a 17 km de La Rochelle (Francia), para predicar una misión. Fue en la época de la Guerra de Sucesión Española. Los piratas ingleses vagaban por el mar y hacían peligrosa la costa.
Debido a la inseguridad, los compañeros del misionero le imploran que desista de este viaje. ¡Pero en vano! Solo descansa cuando logra convencer a algunos valientes lobos de mar para que se pongan a su disposición con su barco... El barco zarpa. Todo transcurre sin incidentes. Después de tres horas de viaje, dos veleros piratas aparecen en el horizonte y se lanzan hacia los misioneros y su barco.
La tripulación grita de miedo. Los marineros desesperados gritan: “¡Estamos perdidos!”. Los compañeros de Grignion rompieron a llorar. Él mantiene el buen humor y empieza a cantar himnos e invita a los pasajeros a imitarlo. Pero ellos permanecen en silencio como los peces del mar. “Ya que no quieren cantar —les dijo Montfort— recen conmigo el Rosario”.
A continuación todos se arrodillan y con voz de niños en llanto, rezan las avemarías que flotan sobre las aguas y penetran en el cielo. Terminado el Rosario, el misionero vuelve a hablar:
—No teman, ¡Nuestra Madre la Santísima Virgen nos ha escuchado! ¡Estamos fuera de peligro!.
—¿Fuera de peligro? —grita la tripulación. —¿No ve que ya estamos a distancia de tiro?
—¡Confíen! —insiste Grignion de Montfort.
Al instante se produce una poderosa ráfaga de viento. Los veleros enemigos dan la vuelta y, sacudidos como una cáscara de nuez, desaparecen en el horizonte. La tripulación del barco se salva y desembarcan en la isla cantando el Magnificat. Cuando los humildes pescadores se enteraron del milagro, fueron todo ojos y oídos a la predicación del misionero. Todos se confesaron, menos el gobernador. Se hicieron cristianos fervientes y permanecieron fieles al rezo del Rosario.
Kleine Lebensbilder de Michael Faltz. Traducción del Hno. Albert Pfleger para el Florilegio mariano.