1 de octubre – Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897)

«La mostramos inaccesible, debemos mostrarla imitable»

© Shutterstock/Immaculate
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El mes de octubre es considerado por la Iglesia como el mes del Rosario. Una fiesta mariana nos lo recuerda el 7 de octubre: Nuestra Señora del Rosario; pero hay otra fiesta que también nos orienta a María, la de santa Teresa del Niño Jesús, el 1 de octubre. He aquí un texto de su mano que puede decirnos algo:

“Ella vivió en la fe como nosotros. ¡Cómo me hubiera gustado ser sacerdote para predicar sobre la Santísima Virgen! Una sola vez me hubiera bastado para decir todo lo que pienso sobre este tema.

Primero habría dejado claro lo poco que sabemos sobre su vida. No debemos decir cosas que sean improbables o que no sepamos. Por ejemplo que, siendo muy pequeña, a los tres años, la Santísima Virgen acudió al Templo para ofrecerse a Dios con ardientes y completamente extraordinarios sentimientos de amor; aunque Ella pudo haber ido allí simplemente para obedecer a sus padres.

Para que un sermón sobre la Santísima Virgen me agrade y me haga bien, debo ver su vida real, no su supuesta vida. Y estoy segura de que su vida real debió ser muy sencilla. La mostramos inaccesible; debemos mostrarla imitable, resaltar sus virtudes, decir que vivió por la fe como nosotros, dar prueba de ello a través del Evangelio donde leemos: “No entendieron lo que les decía” (Lucas 2:50). Y este otro, no menos misterioso: “Sus padres estaban admirados de lo que se decía de él” (Lc 2,33). Esta admiración implica cierto asombro, ¿no crees?

Bien sabemos que la Santísima Virgen es Reina del cielo y de la tierra, pero es más madre que reina, y no se debe decir que por sus prerrogativas eclipsa la gloria de todos los santos, como el sol cuando sale que hace desaparecer las estrellas. ¡Dios mío! ¡Qué extraño! ¡Una madre que hace desaparecer la gloria de sus hijos! Pienso todo lo contrario, creo que aumentará mucho el esplendor de los elegidos. Es bueno hablar de las propias prerrogativas, pero no se debe decir eso... Quién sabe si algún alma no llegaría a sentir cierta lejanía con una criatura tan superior y diría: "Si es así, entonces, mejor vámonos y brillamos lo mejor que podamos en un rinconcito”.

La Santísima Virgen nos supera en que no podía pecar, que estaba libre de la mancha original; pero, por otro lado, tuvo mucha menos suerte que nosotros, ya que no tenía una Santísima Virgen a quien amar y eso es una dulzura adicional para nosotros».

Tomado de: www.marianistes.com 

 

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