Cada uno de nosotros está llamado a la santidad. Cada uno de nosotros tiene una vocación única o varias vocaciones. Un propósito particular según el designio de Dios.
Hace varios años me consagré a Jesús a través del Inmaculado Corazón de María. Al hacerlo, me consagré a la santidad, a discernir la voluntad de Dios sobre mí y a permitir que nuestra Santísima Madre se sirva de mí como Ella desee. Renuevo esta consagración cada año para recordar mis promesas bautismales y renovar mis esfuerzos para lograr mi objetivo.
Preciso que este tipo de consagración no es la vida consagrada de un hermano, un monje, una hermana o una monja, sino una consagración solemne a la santidad y al deseo de llevar a los demás a la santidad. Y al alinearme con la voluntad de Dios, recibo más plenamente sus gracias y protección.
En la fiesta de la Natividad de María, mi familia celebra conmigo la renovación de mi consagración anual a Jesús a través de María. Me siento no solo rodeada por el amor maternal y la protección de María, sino también llevada por las oraciones y la buena voluntad de mis seres queridos.
Cuando bautizamos a nuestros hijos, damos el primer paso para acercarlos a Cristo y al don de la vida eterna. Marcamos la pertenencia de nuestros hijos a Cristo. Como padres y padrinos responsables, continuamos este camino con ellos, educándolos en la fe a través de nuestras palabras y acciones.
¿Sabías que tú también puedes consagrar a tus hijos a Jesús? Me tomó algunos años después de mi propia consagración darme cuenta de que podía compartir este maravilloso regalo con mi hijo. Hoy considero que este es un paso esencial y necesario que todos los padres pueden dar.
No podemos proteger a nuestros hijos de todo el mal que existe en el mundo... por nosotros mismos. Necesitan absolutamente una armadura para las batallas espirituales que les esperan. Insistimos en que usen cinturones de seguridad y cascos de bicicleta. ¡También deberían estar consagrados a Jesús!
La Iglesia Católica afirma que los padres tienen autoridad sobre sus hijos, incluso sobre los hijos adultos. Puedes consagrar a tus hijos en cualquier momento. No es necesario organizar un evento complejo ni siquiera que tus hijos estén presentes.