5 noviembre – Alemania: María Trono de la Sabiduría (“Sedes Sapientiae”, Colonia 1280)

Salvado del naufragio por el Rosario, el niño evangeliza a los paganos

© Unsplash/Riccardo Farinazzo
© Unsplash/Riccardo Farinazzo

A principios del siglo XIX, un sacerdote llegó a las islas de Fernando-Po y Amban, en aquel entonces Guinea Ecuatorial, hoy en Guinea Ecuatorial. Grande fue su sorpresa cuando encontró no lejos del mar, en la orilla, una cruz toscamente construida y alrededor de ella un grupo de niños nativos, entre los cuales se encontraba uno de piel blanca, rezando el Rosario en voz alta y en español.

Al ver al sacerdote, el niño gritó: “¡Un sacerdote!” y todos los demás inmediatamente volvieron la cabeza. El misionero se acercó y le pidió al niño, que podría tener unos 10 años, que lo llevara a casa de sus padres. “Aquí no tengo padres —respondió—. Arrojado por un naufragio en esta isla, la gente me acogió. Recordando las enseñanzas de mi madre, que me recomendaba rezar el Rosario todos los días, comencé a rezarlo. Como no tenía una estatua de la Santísima Virgen y no sabía hacerla, hice esta cruz frente a la cual vengo a rezar todos los días. Mis amiguitos vienen conmigo y traté de enseñarles el avemaría, para que podamos rezar juntos el Rosario”.

El misionero preguntó al niño cuánto tiempo llevaba en la isla. “No lo sé exactamente —respondió—, pero me parece que debe ser mucho porque el tiempo me ha parecido largo, lejos de mamá y papá”. El niño condujo al sacerdote a la casa que lo había acogido y ahí lo recibieron con gran respeto.

Al día siguiente, el misionero presidió el rezo del Rosario al que asistieron varias familias. Les dijo algunas palabras, incluso pasó de familia en familia y pronto, bajo la protección de la Reina del Rosario, se formó un cristianismo ferviente, desarrollado con la llegada de otros evangelizadores. Uno de ellos, al regresar a España, se llevó consigo al niño. Tuvo la alegría de encontrar a sus padres que habían sobrevivido como él al naufragio. El niño les habló de la bondad de María hacia él y de los prodigiosos efectos del Rosario en el exilio donde había vivido.

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