¿Cómo pudo la Virgen, presente en la primera comunidad de discípulos (cf. Hch 1, 14), haber sido excluida de entre quienes se encontraron con su divino Hijo resucitado? ¿La ausencia de María entre el grupo de mujeres que fueron al sepulcro al amanecer (cf. Mc 16, 1; Mt 28, 1) no sería una prueba de que Ella ya se había encontrado con Jesús?
Esta deducción será confirmada por el hecho de que los primeros testigos de la Resurrección, según la voluntad de Jesús, fueron las mujeres que permanecieron fieles al pie de la cruz y, por consiguiente, estuvieron más firmes en su fe.
En efecto, es una de ellas, María Magdalena, a quien confiará el Resucitado el mensaje que debe transmitir a los Apóstoles (cf. Jn 20, 17-18). Este dato también nos permite pensar que Jesús se muestra primero a su Madre, quien ha permanecido fiel y ha conservado su fe intacta en la prueba.
Finalmente, el carácter único y particular de la presencia de la Virgen en El Calvario y su perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la cruz, parecen sugerir una participación muy particular en el misterio de su resurrección.
Sedulius, un autor del siglo V, sostiene que Cristo se reveló por primera vez a su Madre en el esplendor de la vida resucitada. En efecto, Ella, que durante la Anunciación había sido el camino de su entrada al mundo, fue llamada a difundir la maravillosa noticia de la Resurrección, para ser anunciadora de su gloriosa venida. Inundada así por la gloria del Resucitado, Ella anticipa el “resplandor” de la Iglesia (cf. Sedulius, Carmen Pascale, 5, 357-364, CSEL 10, 140s).
Enciclopedia Mariana