La Virgen María siempre ha sido propuesta a los fieles por la Iglesia como modelo a imitar, no precisamente por el tipo de vida que llevó, ya que el entorno sociocultural en el que Ella se desenvolvió, hoy ha caído en desuso en casi todas partes, sino porque, en sus circunstancias concretas de vida, adhirió totalmente a la voluntad de Dios (cf. Lc 1, 38).
Ella aceptó la Palabra y la puso en práctica, sus obras siempre estuvieron inspiradas por la caridad y el espíritu de servicio. En resumen, fue la primera y más perfecta discípula de Cristo. Todo esto tiene un valor ejemplar universal y permanente.
Papa Pablo VI: exhortación apostólica Marialis Cultus 35 (22 de marzo de 1974).