El 10 de junio de 2001, le hice una petición a la Santísima Virgen para que pusiera fin a un malentendido que había cortado toda comunicación con mi hijo moribundo y su esposa. Ya desde hacía un año, a pesar de nuestros esfuerzos, no habíamos tenido ningún contacto con ellos.
Me mortificaba que padeciera la enfermedad de Lou Gehrig (esclerosis lateral amiotrófica), que en sí misma es bastante terrible, sin mencionar que yo vivo en Ohio y ellos en Carolina del Sur (Estados Unidos). Pero no poder hablar con mi hijo ni verlo me destrozaba el corazón. Hice mi oración el domingo y, el martes, mi madre llamó para decirnos que mi nuera les había comunicado que mi hijo quería vernos a los dos.
Acabamos de regresar y todavía no puedo creerlo. Pude decirle a mi hijo nuevamente cuánto lo quiero, lo orgullosa que estoy del hombre en el que se ha convertido y que sigue siendo mi héroe.
Gracias, María, por este milagro concedido a mi hijo, por mi madre y especialmente por mi marido —los quiero mucho a todos—, y a ti, Madre Santa, gracias, sobre todo, sí, sobre todo, por haberlos puesto a todos en mi vida y por haberle concedido a la madre (a mí) lo que te pedí en mi oración. Te amo, María, ahora y siempre.
R.M.R., Mentor, Ohio (Estados Unidos), 12 de junio de 2001.