José comparte el silencio y el secreto de María, a quien el ángel había dicho tantas cosas y que había visto el milagro del nacimiento virginal. Ninguno de los dos habla de lo que ven cada día en su casa y no sacan ningún provecho de tantas maravillas.
Tan humilde como sabia, María se deja considerar como una madre común y a su Hijo como fruto de un matrimonio ordinario. Las grandes cosas que Dios hace en sus criaturas, provocan naturalmente silencio, asombro, algo divino que no puede decirse con palabras. Porque, ¿qué diría uno y qué podría decir María, que pudiera igualar lo que Ella sentía?
Así guardamos bajo sello el secreto de Dios, salvo que Él mismo anime la lengua y la empuje a hablar. Las ventajas humanas no sirven de nada si no se conocen y el mundo no las aprecia. Lo que Dios hace tiene en sí mismo un precio inestimable, que solo queremos saborearlo entre Dios y nosotros mismos.
Jacques-Bénigne Bossuet (1627-1704), Ed. Urbain et Levesque, t. III.