Respecto a la Encarnación, creo que Dios Verbo, el Hijo único del Padre, que antes de todos los siglos, nació, en la impasibilidad del mismo Dios y Padre, movido por la piedad en su amor a los hombres, siendo consciente de nuestra naturaleza caída, en su libertad de movimiento, por la voluntad de Dios que lo engendró y con la divina aprobación del Espíritu, sin salir del seno de su Padre, descendió a nuestra pequeñez.
Según la voluntad común del Padre y del Espíritu, y según su naturaleza y su ser infinito, sin sufrir límites, ignorando nuestros sucesivos cambios, actuando por naturaleza de manera enteramente divina, penetró en el seno deslumbrante de pureza virginal de María, Virgen santa y radiante, llena de sabiduría divina y libre de toda contaminación de cuerpo, alma y espíritu, donde se encarnó él, el incorpóreo, y tomó nuestra forma. Él, que según la esencia divina, estaba libre de forma, en cuanto a exterior y apariencia, tomó un cuerpo como el nuestro; él, el inmaterial, se hace verdaderamente hombre, sin dejar de ser reconocido como Dios.
De san Sofronio († 639), patriarca de Jerusalén.