El mes de marzo está tradicionalmente dedicado a san José. Jesús vivió la vida familiar entre José y María en Nazaret. Antes de emprender su vida pública y el anuncio del Evangelio, aprendió el oficio de carpintero de José.
El trabajo es una de las expresiones del amor que vivió la Sagrada Familia. El texto evangélico especifica con qué tipo de trabajo José intentaba asegurar la subsistencia de su familia: el de carpintero. Esta simple palabra cubre todo el ámbito de la vida de José.
Son los años de la vida oculta de Jesús, de la que habla el evangelista después del episodio del Templo: “descendió con ellos y volvió a Nazaret y se sometió a ellos” (Lucas 2, 51). Esta “sumisión”, es decir, la obediencia de Jesús en la casa de Nazaret, se entiende también como participación en la obra de José.
Al que llamaban “el hijo del carpintero” había aprendido el trabajo de su padre putativo. Si en el orden de la salvación y de la santidad la familia de Nazaret es ejemplo y modelo para las familias humanas, lo mismo puede decirse, por analogía, del trabajo de Jesús junto a José carpintero. En nuestro tiempo, la Iglesia lo ha puesto de relieve, entre otras cosas, a través de la memoria litúrgica de san José Obrero, el 1 de mayo. El trabajo humano, especialmente el manual, tiene un lugar particular en el Evangelio. Entró en el misterio de la Encarnación al mismo tiempo que la humanidad del Hijo de Dios, así como fue redimido de un modo particular.
Gracias a su taller donde ejerció su oficio al mismo tiempo que Jesús, José acercó el trabajo humano al misterio de la redención. En el crecimiento humano de Jesús "en sabiduría, en estatura y en gracia", una virtud tuvo un papel importante: la conciencia profesional, siendo el trabajo "un bien del hombre" que "transforma la naturaleza" y hace al hombre en cierto sentido “más hombre".
Texto adaptado: papa san Juan Pablo II en la exhortación apostólica Redemptoris Custos 22-23.
Y también: Enciclopedia Mariana