Sor Lucía (1907-2005), vidente de Nuestra Señora de Fátima en Portugal, comenta sobre el período comprendido entre el 25 de marzo de 1984 y el 25 de marzo de 1991:
“Es bien sabido por todos que estábamos atravesando uno de los momentos más críticos de la historia de la humanidad, donde las grandes potencias, en la hostilidad que las oponía, se preparaban para una guerra atómica que estaban planeando. ¿Quién hubiera podido entonces disuadir a estos hombres arrogantes, atrincherados en sus planes (…) y en sus ideologías ateas, esclavizadoras y dominantes, convencidos de ser los dueños del mundo, de cambiar todo eso para adoptar la posición contraria? ¿O pedir reunirse para obtener la paz? (...)
¿Quién, si no Dios, fue capaz de lograr esto en dichas mentes, voluntades y conciencias (…)? Esto solo podría lograrlo la fuerza de Dios, quien actúa en todos, llevándolos a un acuerdo pacífico, sin revueltas ni oposición ni condiciones. "¿Quién como Dios?” »
Mejor aún, animó a uno de los principales líderes del comunismo ateo a viajar a Roma, para encontrarse con el Santo Padre (...). Gracias a ese encuentro, Gorbachov lo reconoció como el representante supremo de Dios, de Jesucristo, en la tierra, como cabeza de la única y verdadera Iglesia fundada por Jesucristo. Allí también acudió a dar el beso de la paz, pidiendo perdón por los errores de su partido. Dio así al mundo un testimonio de fe y de confianza en la Iglesia del Dios único y verdadero» (1).
“Cuando Nuestra Señora de Fátima prometió la paz, fue en relación con las guerras provocadas en el mundo por el comunismo ateo, pero no en relación con las guerras civiles que siempre han existido y existirán, hasta que Dios transforme este mundo, como dice Jesucristo, “en una tierra nueva y un cielo nuevo”. (...)
De manera que veo el mensaje de Fátima como una preparación para liberar al pueblo de Dios de lo que Pío XII llamó la herejía más grande de todos los tiempos, que jamás haya aparecido en el mundo, hasta los confines de la tierra, y con miras a liberarnos del peligro de una guerra nuclear que destruiría gran parte de su obra creadora y redentora: el Pueblo de Dios elegido para la vida eterna».*
Enciclopedia Mariana
* Extractos: Sor Lucía, El mensaje de Fatima, Carmel de Coimbra, Fátima 2006, págs. 54-55.
** Ibid págs. 56-57.