La beata Dina Bélanger cuenta: “Nuestro Señor, Hombre-Dios, me hizo ver su Corazón adorable en la Sagrada Hostia. No miré su sagrado Rostro, pero su Corazón y la Hostia me cautivaron.
Los dos, su Corazón y la Hostia, estaban perfectamente unidos, tanto así que no puedo explicar cómo me fue posible distinguir uno del otro.
De la Hostia emanaba una gran cantidad de rayos de luz. De su Corazón brotaban llamas inmensas que escapaban como torrentes. La Santísima Virgen estaba allí, tan cerca de Nuestro Señor como absorbida por Él y, sin embargo, podía distinguirla claramente. ¡Oh, qué pura era!
Todas las luces de la Hostia y todas las llamas del Corazón de Jesús pasaban por el Corazón Inmaculado de María.
Nuestro Señor me dijo: “Sí, hazme reinar por Jesús-María”. Ante esa visión, ante esas palabras, todavía interiormente, caí postrada, como anonadada de amor en presencia de mi Dios y con una intensidad de súplica que no conocía, dije: «Oh, Corazón Eucarístico de Jesús, te ruego, por medio de Nuestra Señora del Corazón Eucarístico, que reines en todas las almas como deseas».
Beata Dina Belanger (1898-1929), Quebec.