No en la forma en que nosotros lo entendemos. Tenemos que separarnos de las criaturas y de nosotros mismos, tenemos que renunciar a nuestras inclinaciones. Pero Nuestra Señora se deja llevar por el esplendor de la verdad que irradia en Ella. Impulsada por el amor, se entrega, sufriría si no se entregara. ¿Es capaz de tener reservas, de dudar? Obviamente no. Creerlo y sospecharlo sería una blasfemia.
María sabe mejor que cualquier ser humano que la criatura pertenece a su Creador. Entonces la Humanidad que Ella lleva en su seno y que luego acuna en sus brazos, solo tiene su razón de ser en el sacrificio del Calvario.
Por eso, no solo quiere entregarse, sino entregarse sin reservas para compartir el destino de la Humanidad del Redentor, del Cordero que asumirá los pecados del mundo inmolándose en la cruz. Así practica la renuncia.
Dom Romain Banquet, primer abad fundador de la abadía de San Benito de Encalcat. Retiro espiritual sobre la vida interior, abadía de Santa Escolástica de Dourgne, noviembre de 1911.