16 de julio – Nuestra Señora del Monte Carmelo

La santa Túnica de Argenteuil, figura de la Unidad de la Iglesia

© Shutterstock/Petr Kovalenkov
© Shutterstock/Petr Kovalenkov

En Île-de-France, en la basílica de Argenteuil, dos obras de arte representan a la Virgen María tejiendo la Santa Túnica. La primera es una estatua, en la fachada; la segunda, un fresco, pintado en el interior, a partir de un mosaico de la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma, donde vemos a María tejiendo, cuando se le aparece el ángel Gabriel, durante la Anunciación. Esta obra fue realizada a petición del abad Guy-Emmanuel Cariot, rector de la basílica.

Si bien no existen testimonios históricos que acrediten este hecho, el sacerdote asegura que «existe en Argenteuil una la  rga tradición, según la cual, la Santa Túnica fue tejida por María para Jesús y, por tanto, sería también una reliquia mariana». El abad asegura que se trata de una «tradición de piedad muy probable».

Es una tradición aún más interesante si consideramos que la túnica se ve como un símbolo de la unidad de la iglesia. Fue san Cipriano de Cartago —obispo y mártir, en el siglo III— «el primero en establecer este vínculo simbólico», afirma el abad Cariot. El Padre de la Iglesia se basa para ello en el evangelio de san Juan: «Tomaron también la túnica; una túnica sin costuras, tejida de una sola pieza de arriba a abajo» (Jn 19, 23).

Sin embargo, si bien la túnica de Argenteuil se conserva siempre sin costuras y tejida de arriba a abajo, ha atravesado diversas vicisitudes: en 1793, en pleno Terror, el sacerdote de la época, el P. Ozet, la cortó en varios trozos. Algunos de esos trozos los enterró en su jardín y otros se los confió a sus feligreses para proteger la túnica de la furia revolucionaria. Para el P. Guy-Emmanuel Cariot, este episodio simboliza también «la realidad del sufrimiento del Cuerpo dividido de Cristo».

Frente a esta realidad, el papel de María parece esencial. «María, como madre, vela por la integridad del cuerpo de su Hijo, para que permanezca íntegro. Así, después de haber velado por su cuerpo humano, conserva su Cuerpo Místico, la Iglesia, de la que Cristo es cabeza. Ella continúa dando a luz a este Cuerpo. Por tanto, su papel en la oración por la unidad de la Iglesia es crucial. Debemos dejar que María obre en nuestro corazón, para convencernos de que la Iglesia es verdaderamente el Cuerpo de Cristo y que este Cuerpo es uno», insiste el guardián de la santa Túnica.

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