2 de febrero – Presentación de Jesús en el Templo

Unamos nuestros sufrimientos a Cristo a través de María (II)

CC0/wikimedia
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Para el mundo, que el Hijo de Dios llegara a ser un niño era una idea extraña. Sin embargo, María acogió a Jesús llevándolo en su seno durante el misterio de la Encarnación. Este acto de aceptación divina desafió la razón humana, pero este extraño a quien María acogió era el Hijo de Dios, el Salvador del mundo.

Después de soportar torturas y burlas, Jesús llevó su cruz al Calvario donde fue crucificado entre dos criminales (Lucas 23, 26-43). En la aflicción de Jesús, representado como un leproso arrojado al Calvario, María permaneció fiel al pie de la cruz, cuidándolo. Su cuerpo, cubierto de pies a cabeza por crueles heridas, como las de un leproso, soportó el peso de nuestros pecados. Cuando unimos nuestros propios sufrimientos a los de Cristo, María intercede por nosotros con sus oraciones. Ella presenta nuestros sufrimientos, unidos a la pasión de su Hijo, a Dios Padre, con miras a la expiación de nuestros pecados y de los del mundo entero.

Luego, el cuerpo de Jesús fue colocado en una tumba custodiada por soldados durante tres días antes de resucitar como vencedor (Mateo 27, 62-66). Durante este tiempo de encierro en la oscura tumba de la muerte, María oró incansablemente por él, sin vacilar nunca en su esperanza y fe en su resurrección.

Asimismo, cuando afrontamos momentos de encierro físico y encarcelamiento por causa de la enfermedad, cuando nuestro cuerpo está limitado en sus movimientos, María viene a consolarnos. A través de sus constantes oraciones y su fe inquebrantable en la resurrección de su Hijo, Ella nos concede la gracia de perseverar. Ella intercede para que se nos concedan los dones del Espíritu Santo que nos guían en nuestro camino. Así como oró incansablemente por Jesús en sus pruebas, ora por nosotros en nuestras enfermedades y angustias. Su fe sigue siendo nuestra ancla y las gracias que obtiene nos impulsan hacia la patria celestial.

Unidos a Cristo y consolados por María, podemos encontrar sentido a nuestro sufrimiento. Al sostener firmemente el rosario en nuestras manos y meditar en los misterios de este, nos abrimos a las gracias que provienen de caminar más cerca de Jesús y María en la enfermedad y en todos nuestros sufrimientos.

Elie Dib

Adaptado de: catholicexchange.com

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