El fiat de María y el fíat de José son el cumplimiento de la armonía original entre Adán y Eva, la perfecta reanudación de la Alianza en el Sinaí.
La Alianza en el Sinaí estaba dirigida a hombres y mujeres, y la tradición judía lo enfatiza: "El Padre del universo proclamó las diez palabras y oráculos... mientras la nación, hombres y mujeres juntos, se habían reunido en asamblea»*.
Al inicio de la Nueva Alianza, un hombre y una mujer son interpelados, y tenemos un anuncio a María (Lc 1, 26-38) y otro a José (Mt 1, 18-25). María, después del diálogo con el ángel, da su asentimiento. José piensa primero en separar su destino del de María hasta el día en que el ángel le revela la misión que le reserva.
San Juan Pablo II escribió el 15 de agosto de 1988 sobre María: «Al comienzo de la Nueva Alianza, que debe ser eterna e irrevocable, hay una mujer: la Virgen de Nazaret»**.
Y respecto a José, el 5 de agosto de 1989 nos dice: «El justo [José], que llevaba dentro de sí toda la herencia de la Antigua Alianza, fue también introducido al principio de la nueva y eterna alianza, en Jesucristo»***.
Gracias, pues, al “sí” de una mujer (María) y al “sí” de un hombre (José), Dios realiza la Nueva Alianza: el Hijo del Altísimo, el Verbo Divino toma nuestra carne para hacerse, de la forma más sublime, el Dios-Emmanuel con nosotros y ser designado como hijo de María (Mc 6, 3) o hijo de José (Jn 1, 45).
La alianza hecha en el monte Sinaí fue en cierta forma el nacimiento de Israel como pueblo de Dios. En el Sinaí, Dios creó a Israel para establecer un pacto de amor. Pero, así como después del Sinaí se producirá el pecado del becerro de oro, Adán y Eva desobedecieron y su relación, que antes era armoniosa, se vino abajo (Génesis 3).
José y María son fieles a la Alianza. Sobre la base de su unión con Dios, José y María vivieron verdaderamente como una sola persona (Gn 2, 24).
Adaptado de: A Serra, Myriam, fille de Sion, Médiaspaul, París, 1999
Enciclopedia Mariana
* Filón de Alejandría, De decálogo 32.
**Juan Pablo II, carta apostólica Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), § 11.
*** Juan Pablo II, exhortación apostólica Redemptoris custos (15 de agosto de 1989), § 32.