San Serafín de Sarov (1759-1833) iluminó la Rusia de su tiempo. Jesús le dijo: “Adquiere la paz interior y las almas, por miles, encontrarán contigo la salvación”. ¡Y eso fue lo que sucedió! Ermitaño durante unos diez años, llevó una vida ascética, pasando en particular 1000 noches en oración, de pie sobre una roca. Un largo ascenso espiritual acompañado de apariciones de la Virgen María.
Al regresar al monasterio por obediencia, Serafín solicita reclusión en una pequeña celda. Un día, una religiosa vio a la Madre de Dios entrar a su celda y conversar con él, en compañía de Pedro de Alejandría y de San Clemente de Roma. A petición de la Virgen, finalmente abre la puerta de su celda para “derramar sobre los demás” la luz que ilumina su espíritu.
Su vida, “misteriosa y escondida en Dios hasta entonces”, emergerá de repente en un gran grito de amor por la humanidad. Sacerdotes, monjes, monjas, emperadores, todos vienen a postrarse ante el santo starets, este “ángel terrenal” que llama a cada uno de sus visitantes “mi alegría”. Todos vienen a encontrar con él la curación del cuerpo y la iluminación interior. Serafín es el santo ruso más conocido en el mundo y su fuerte espiritualidad, tanto tradicional como moderna, lo convierte en un puente privilegiado entre Oriente y Occidente. Dirá al final de su vida: "No he clavado ni un solo clavo sin la voluntad de la Santísima Virgen María…”.
Enciclopedia Mariana