En el purgatorio el alma se encuentra en una purificación pasiva y cuenta con la ayuda de los santos y de los ángeles, en particular de san Miguel. Santa Faustina, religiosa polaca canonizada por Juan Pablo II en 2000, reporta en su Pequeño diario haber visitado el purgatorio. Guiada por su ángel de la guarda, vio la presencia más consoladora, la Santísima Virgen María, reina del purgatorio:
«Me encontré en un lugar lleno de humo, lleno de llamas, donde había multitud de almas sufrientes que oraban con fervor, pero sin eficacia, por sí mismas. Solo nosotros podemos ayudarlas. Las llamas que les quemaban no me tocaron. Mi ángel de la guarda nunca me abandonó ni un momento. Y pregunté a esas almas cuál era su mayor sufrimiento. Todas me dijeron que la nostalgia de Dios.
Vi a la Santísima Virgen visitando a las almas del purgatorio. La llaman “Estrella del Mar”. Les trae alivio. Quería volver a hablar con ellas, pero mi ángel de la guarda ya me había dado la señal de partir. Estábamos saliendo de esa prisión de dolor, cuando Dios dijo: “Mi misericordia no quiere esto, pero la justicia lo requiere».