A mediados del siglo XIV, vivía en un claro del bosque un hombre llamado Salaün. Los lugareños lo llamaban familiarmente "Le Fou du Bois" (El Loco del Bosque). Considerado un “inocente”, Salaün mendigaba su pan de granja en granja, repitiendo incansablemente: “¡Ave María! ¡A Salaün le gustaría comerse un trocito de pan!".
Su muerte hacia 1358 —a los 48 años— dejó indiferente a la gente. Fue enterrado en el pueblo de Lannuchen, cerca de la mansión Kergoff. Aún hoy podemos contemplar una cruz de tamaño considerable enmarcada por las cuatro piedras ovoides que proceden de su sepulcro.
Pero poco después de su muerte, se descubrió un lirio sobre su tumba, cerca del roble donde se balanceaba y de la fuente donde mojaba su pan, en el que estaban escritas con letras de oro estas palabras: “Ave María”.
Al abrir la tumba, se constató que el lirio había echado raíces en la boca del difunto. El milagro atrajo rápidamente a un gran número de personas y la gente quiso construir una capilla sobre la tumba del "inocente".
En 1419, monseñor de La Rue, obispo de León (Bretaña, Francia), bendijo el santuario que fue erigido en Colegiala por el papa Juan V, en 1423.
Equipo de Marie de Nazareth