Porque nunca debemos temer, nunca debemos desesperar, bajo la guía, bajo los auspicios, bajo el patrocinio, bajo la protección de Aquella que tiene para nosotros un corazón de Madre y que, ocupándose Ella misma del asunto de nuestra salvación, extiende su solicitud hacia toda la humanidad; quien, establecida por el Señor como Reina del Cielo y de la tierra, y exaltada sobre todos los coros de los ángeles y sobre todos los santos, está a la diestra de su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Ella intercede eficazmente con todo el poder de sus oraciones maternas, encuentra lo que busca y su intercesión no puede quedar sin efecto.
Beato papa Pío IX en la constitución apostólica «Ineffabilis Deus», sobre la definición y proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre de 1854).