Por su Asunción, María llega a la verdadera vida: aquella donde cuerpo y alma se unen para entrar en la plenitud de la gloria. Entran en el espacio infinito del amor de Dios, en ese Reino eterno que es nuestro hogar.
En esta morada, María no permanece alejada, ni distante de los hombres, porque hay perfecta continuidad entre la vida en la tierra y la vida en el cielo: «Todo lo que habéis hecho en la tierra, lo haréis en el cielo».
En nuestra vocación, que es la voluntad de Dios para nosotros, solo continuaremos y perpetuaremos en el cielo lo que hicimos en la tierra. Seremos aún más plenamente lo que fuimos en la tierra.
Fuente: extracto de Adorer avec Marie (“Adorar con María”), de Marie–Benoîte Angot, Ediciones Le Sarment, pág. 85.