24 de septiembre – Nuestra Señora de la Merced – (1518) – Inglaterra, Walsingham: Nuestra Señora de Walsingham

Nuestra Señora de la Merced quiere liberar a los cautivos de los sarracenos

iStock/Getty Images Plus/gianluigibec77
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Fue en la época en que la parte más grande y hermosa de España se encontraba bajo el yugo bárbaro de los sarracenos. Innumerables fieles, mantenidos en doloroso cautiverio, corrían un gran riesgo de negar su fe cristiana y comprometer su salvación eterna. La bienaventurada Reina del Cielo, deseando remediar tan grandes y numerosos males, manifestó su ardiente caridad para librarlos.

San Pedro Nolasco, célebre tanto por su piedad como por sus riquezas, se entregó a santas meditaciones y se esforzó constantemente en descubrir cómo aliviar las pruebas de tantos cristianos sometidos al dominio de los moros. La misma Santísima Virgen se le apareció compasiva y le hizo saber cuán agradable sería para su único Hijo y para Ella misma que fundara en su honor una Orden religiosa con el objeto de arrebatar a los cautivos de la tiranía de los turcos.

Esa misma noche, la Santísima Virgen se apareció también al beato Raimundo de Peñafort y a Jaime, rey de Aragón, aconsejándoles que fundaran una orden religiosa y persuadiéndolos a contribuir con su fortuna a la fundación de tan hermosa obra.

Después de haber consultado entre ellos, los tres llegaron a un acuerdo y se comprometieron a fundar un instituto en honor de la Virgen Madre, bajo el nombre de “Santa María de la Merced” o de la redención de los cautivos (los Mercedarios). Quienes quisieran formar parte de él debían comprometerse, mediante un cuarto voto, a permanecer como rehenes en poder de los paganos, si la liberación de los cristianos así lo requería.

Dios mismo, por mediación de la Virgen Madre, hizo crecer esta obra, que se extendió con gran rapidez y éxito por toda la superficie de la tierra, y vio florecer héroes de santidad, hombres de incomparable caridad y piedad, consagrándose incluso a recoger limosnas de los cristianos para rescatar a sus hermanos y, a menudo, darse ellos mismos como rescate para liberar a muchos cautivos.

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