El día de su elevación a la dignidad de obispo primado de Hungría, el Card. Mindszenty exhortó a los fieles con estas palabras: «Seamos un pueblo de oración. Si aprendemos de nuevo a orar, tendremos una fuente inagotable de fuerza y confianza. Yo deposito mi confianza en estos millones y millones de oraciones de peregrinación y en el Rosario de mi Madre».
En 1948 declaró: «Mi más profundo deseo sería que un millón de familias húngaras tomaran el rosario en la mano y suplicaran a María". Y en una de sus cartas pastorales: "Vemos el dedo de Dios en los acontecimientos de la historia, también en los peligros y en las tormentas. Por eso nuestra confianza en Él nunca flaqueará. Por eso os llamamos a poner vuestro destino —a través de María— en manos de Dios. ¡Volvamos a las fuentes más antiguas de nuestra herencia húngara! Demos una vez más a la Virgen María el nombre de Reina, para que Ella tome nuestro destino en sus manos».
Leamos su oración a la Madre de Dios: «María, Madre nuestra, las penas que padecemos, las ofrecemos en expiación. Que los suspiros y las lágrimas, el miedo, la amargura, la queja silenciosa del mundo sirvan para la expiación de nuestros pecados. Estamos dispuestos a sufrir, Madre Dolorosa, cuanto tu Hijo crea conveniente para nuestra salvación. Sin embargo, te rogamos que levantes a esta nación probada como Job y demuestres que eres todavía nuestra Madre».
Padre Werenfried van Straaten, publicado en l’Homme nouveau («El Hombre Nuevo»), 16 de junio de 1975.