«La carne nacida de María, procedente del Espíritu Santo, es el pan que descendió del cielo», declara san Hilario de Poitiers, mientras que en el sacramentario “Bergomense” del siglo IX leemos: “Su seno maduró un fruto, un pan nos llenó del don angelical. María restableció para la salvación lo que Eva había destruido por su culpa”. Y San Pedro Damián observa después: “Este cuerpo que la Santísima Virgen engendró, nutrido en su seno con maternal solicitud, este cuerpo digo, este y ningún otro, lo recibimos ahora del santo altar y bebemos su sangre como sacramento de nuestra redención. Esto es lo que cree la fe católica, lo que enseña fielmente la Santa Iglesia”.
María es la causa original y radical de la Eucaristía. Nuestro amor está satisfecho porque, al recibir el cuerpo de Jesús, recibimos la sustancia de María, que es su primer fundamento. El P. de Machault, tan erudito como piadoso, parte de estos principios para decirnos, con su fe ardiente, que la Eucaristía es la reliquia de María más auténtica y preciosa que posee la tierra.