Si María sintió gran alegría cuando su Hijo vivió corporalmente junto a Ella y tanta alegría cuando este mismo Hijo, después de haber destruido la muerte, resurgió del infierno, ¿habría tenido menos alegría cuando su Hijo, ante sus ojos, entró en el cielo con el cuerpo que, como Ella bien sabía, había tomado de Ella?
¿Quién afirmó jamás tal cosa o quién alguna vez creyó que su bienaventuranza en este momento podría compararse con todas las alegrías que la precedieron?
Las buenas madres de este mundo suelen experimentar gran alegría cuando sus hijos son elevados a los honores terrenales; y esta Madre –¡sin duda una buena madre!– ¿no se habría regocijado con inefable alegría al ver a su único Hijo penetrar todos los cielos con poder y dominio y, ascendiendo, llegar al trono de Dios Padre todopoderoso?
<link encyclopedie-mariale les-grands-temoins-marials au-moyen-age-1054-1492 st-eadmer-de-canterbury-1124>San Eadmer de Canterbury
(De excellentia, 6, PL 159, 568 C- 569 A)
Enciclopedia Mariana