13 de mayo – Portugal: 1ª aparición de Nuestra Señora en Fátima (1917) – Atentado contra Juan Pablo II (1981)

«Recen el Rosario todos los días por la paz del mundo»

Nuestra Señora se apareció por primera vez en Fátima (Portugal), el 13 de mayo de 1917, a Lucía (1907-2005); a Francisco (1908-1919) y a Jacinta (1910-1920).

Lucía, Francisco y Jacinta se divertían construyendo un muro alrededor de un arbusto, cuando de repente vieron un relámpago. Pensando que se avecinaba una tormenta, reunieron su rebaño para llevarlo a casa. Lucía, que luego se hizo carmelita, dice:

«Vimos, sobre una pequeña encina, a una Señora toda vestida de blanco, más brillante que el sol, irradiando una luz más clara y más intensa que un vaso de cristal lleno de agua cristalina atravesada por los rayos del sol más ardiente. Nos detuvimos sorprendidos por esta aparición. Estábamos tan cerca, que estábamos en la luz que la rodeaba, o mejor dicho, que emanaba de Ella, tal vez a un metro y medio, más o menos.

Entonces Nuestra Señora nos dice:

—No tengan miedo, no les haré daño.

—¿De dónde es usted, señora? —le pregunté.

—Soy del cielo.

—¿Y qué desea?

—Vengo a pedirles que vuelvan aquí a esta misma hora, el día 13, durante seis meses consecutivos. Entonces les diré quién soy y qué quiero. Volveré por séptima vez. ¿Quieren ofrecerse a Dios para soportar todos los sufrimientos que quiera enviarles, como acto de reparación por los pecados y por la conversión de los pecadores?

—Sí queremos.

—Entonces tendrán que sufrir mucho, ¡pero la gracia de Dios será su fortaleza!

Fue mientras pronunciaba estas últimas palabras (la gracia de Dios, etc.), cuando abrió por primera vez sus manos y nos comunicó, como por un reflejo que emanaba de Ella, una luz tan intensa que, penetrando nuestro corazón y hasta lo más profundo de nuestra alma, nos hizo vernos en Dios —que era esta luz— más claramente de lo que nos veíamos en el mejor de los espejos. Entonces, por un impulso interior que nos fue comunicado, caímos de rodillas y repetimos interiormente: “Oh Santísima Trinidad, yo te adoro. Dios mío, Dios mío, te amo en el Santísimo Sacramento...”.

Pasados ​​esos primeros momentos, Nuestra Señora añadió: “¡Recen el Rosario todos los días por la paz del mundo y por el fin de la guerra!”».

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