« Hay razones para que los hombres de toda condición y país se encomienden y confíen a la fe y custodia del bienaventurado José.
Los padres de familia encuentran en él la mejor personificación de la vigilancia y de la solicitud paternas; los esposos, ejemplo perfecto de amor, armonía y fidelidad conyugales; las vírgenes tienen en él, a la vez que un modelo, al protector de la integridad virginal; que los ricos entiendan por sus enseñanzas, cuáles son los bienes que es necesario desear y adquirir con el propio trabajo. En cuanto a los trabajadores en circunstancias difíciles, tienen un derecho especial para recurrir a José y proponerse imitarlo.
José, en efecto, de ascendencia real, unido por matrimonio a la más grande y santa de las mujeres, considerado como el padre del Hijo de Dios, pasa sin embargo su vida trabajando y obtiene de su trabajo de artesano todo lo necesario para el sostenimiento de su familia.
Es, pues, verdad que la condición del humilde no tiene nada de abyecta, y no solo el trabajo del artesano u obrero no es deshonroso, sino que puede, si le acompaña la virtud, ennoblecerse grandemente. José, contento con lo poco que poseía, soportó con grandeza de alma las dificultades inherentes a esta fortuna no tan buena, a imitación de su Hijo que, después de aceptar la forma de esclavo, Él, Señor de todas las cosas, se somete voluntariamente a la indigencia y falta de todo ».
Papa Léon XIII, texto tomado de Quamquam pluries, 1889.