29 de marzo – Italia: Nuestra Señora de la Esperanza (1755)

¿Por qué meditar en la infancia de María? (I)

© Francisco de Zurbarán , CC0, via Wikimedia Commons.
© Francisco de Zurbarán , CC0, via Wikimedia Commons.

Hay una dimensión pocas veces puesta de relieve en la vida de la Virgen María que es la de su humildad incluso antes de la Anunciación, siendo ya la Inmaculada Concepción. De hecho, se destaca clásicamente la humildad de su respuesta al ángel que le anuncia que va a ser la madre del Salvador. Y por supuesto que tenemos razón. Pero no se menciona lo anterior: su vida desde su nacimiento hasta este anuncio. Ahora, en la perspectiva de la Inmaculada Concepción, toda su vida fue sin pecado, tanto antes como después. Pero, si después de la Anunciación pudo haber sido iluminada por este anuncio extraordinario, así como por la experiencia de vida con su Hijo Jesús, no es así antes, ya que el mismo relato de la Anunciación nos confirma su sorpresa.

Tenemos pues ante este anuncio a una persona, niña y joven, que no peca, pero que aparentemente no ha recibido ningún mensaje aclarándole esta situación excepcional. Ahora bien, a menos que supongamos que María era inconsciente o irreflexiva, no pudo dejar de notar, al menos por un simple efecto de asombro, que era profundamente distinta en este nivel de todas las personas que la rodeaban, incluso santos, como sus padres Ana y Joaquín, quienes por otra parte no podían dejar de hacer la misma constatación.

Es aquí donde aparece la dimensión más importante de esta ausencia de pecado: la ausencia de todo pecado de soberbia o vanidad. Porque si vemos que se es ejemplar en todos los sentidos, ¿cómo no deducir que se es alguien excepcional?

Además, cada uno de nosotros está equipado —por así decirlo— con un recordatorio contra cualquier forma de orgullo, que es precisamente nuestro pecado: cada uno de nosotros comete actos mediocres o malos que no podemos dejar de ver y que no son coherentes con la imagen que nos gusta o gustaría tener de nosotros mismos.

Pero sabernos pecadores nos devuelve a una actitud de humildad y a reconocer que necesitamos la gracia de Dios. Aparece entonces el que es sin duda el mayor mérito de María: además del hecho de que ella nunca pecó, es extraordinario el hecho de que no se atribuyó el mérito de ello, reconociéndolo como don único de Dios.

Pierre de Lauzun, 7 de diciembre de 2022.

Adaptado de: http://www.pierredelauzun.com/l-humilite-de-Marie-avant-l.html

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