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Austria liberada después de una cruzada de rosarios de nueve años

Estamos en 1946. Es el comienzo de la “guerra fría”. Viena, en Austria, está dividida de la misma forma que Berlín, Alemania, y el riesgo de verla detrás del telón de acero es cada vez más real. Pero eso es sin contar con la determinación de un sacerdote capuchino, Petrus Pavlicek, enfermero militar en el frente occidental, que había sobrevivido a la pesadilla de la guerra.

El 2 de febrero de ese año, sintió el impulso irresistible de pedir consejo a Nuestra Señora en el Santuario Nacional Austriaco de Mariazell. Mientras reza intensamente, una voz interior le dice: “Haz lo que te digo y tendrás paz. Esta misma frase pronunciada por Nuestra Señora de Fátima a los pastorcitos, durante su tercera aparición, el 13 de julio de 1917, resuena en él como una descarga eléctrica: María le pide que rece el Rosario sin cesar para liberar a Austria del yugo comunista. 

Para Petrus Pavlicek el mensaje es claro: debe crear lo antes posible un movimiento de oración que pueda honrar a la Madre de Dios las 24 horas del día en toda Austria porque, como decía santa Teresa del Niño Jesús, “mientras se rece el Rosario, Dios no podrá abandonarlos”, les permitirá “obtenerlo todo”. Entonces decidió organizar una cruzada de oración y penitencia, movida por el espíritu de Fátima y las palabras de la “santa más grande de los tiempos modernos”.

Después de haber conquistado el corazón de las provincias, la cruzada llega a Viena, y se extiende más allá de las fronteras, a Alemania y Suiza; y en 1950 había más de 500,000 personas orando. En ella entraron: Léopold Figl, ministro de asuntos exteriores, y Julius Raab, canciller federal, que no dudó en 1953, ¡en encabezar la procesión del Rosario a la luz de las antorchas!

Si la situación es muy difícil, Petrus Pavlicek no se rinde y durante nueve largos años mantiene la llama del movimiento. Un buen día sucede lo imposible: los soviéticos, tras dos días de conversaciones con el Canciller Federal en Moscú, anuncian la retirada de sus tropas, sin motivo aparente.

El 15 de mayo de 1955 se firmó un tratado y Austria recuperó su independencia. Al pie del documento, la firma del Ministro de Asuntos Exteriores y su reconocimiento: “Con gratitud al Todopoderoso, estampamos nuestra firma y con alegría proclamamos: ¡Austria es libre!».

Adaptado de: fr.aleteia.org

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