Rafael García Flores, de 48 años, vive ahora en Detroit, en los Estados Unidos, con sus dos hijos pequeños. Hace unos años, su esposa solicitó el divorcio y luego se volvió a casar con otro hombre. Un acontecimiento doloroso para Rafael que encontró refugio y apoyo en la mirada de la Virgen María y en el Señor.
Si Rafael era "un católico dominical", esa separación marcó un punto de inflexión en su vida de fe y lo llevó a un cambio radical. «Fue un dolor muy agudo, pero desde entonces se me ha abierto una puerta: he dejado de vivir mi fe solo los domingos, por tradición. Después del dolor del divorcio, la fe se convirtió en una convicción muy fuerte».
El día de la partida de su esposa, un hecho completamente inesperado para él y sus hijos, entonces de 4 y 2 años, Rafael llamó a los testigos de su boda. «El mismo día me ofrecieron recibirme en su casa y al día siguiente fuimos juntos a Misa». Rafael recuerda que ese día, al salir de la iglesia, alguien vino y le dijo: «Ten, toma esto».
Era un rosario. Rafael nunca supo quién era esa persona y nunca la ha vuelto a ver desde entonces, pero desde ese día guardó ese rosario y comenzó a rezarlo todos los días. «Aquí es donde comenzó mi conversión. Desde hace ocho años no dejo de rezarle», dice Rafael.
Si el Rosario y su devoción a la Virgen de Guadalupe le permitieron sentirse más cerca de la Virgen María, la Eucaristía le permitió tener un encuentro real con Jesús. Desde su separación, Rafael va a Misa varias veces por semana, a veces acompañado de sus dos hijos. “La Misa es la oración más grande, nos cambia y nos hace mejores”, dice. Cuando su esposa lo dejó, ella pidió que se declarara nulo el matrimonio, pero la Iglesia no consideró que hubiera elementos para ello. Luego se volvió a casar civilmente con otro hombre. En cuanto a Rafael, tomó una decisión completamente distinta. Decidió, de hecho, ser fiel al sacramento del matrimonio y permanecer casto: «Desde que estoy separado y divorciado, he vivido en castidad».
Un camino que no siempre es fácil para él, pero dice que encuentra fuerza en el Señor: «Soy consciente de que no viví mi matrimonio de manera católica, pero ahora me mantengo casto gracias a los sacramentos». Si sus dos hijos han sufrido mucho, Rafael nunca deja de explicarles que el sufrimiento es parte integral de la vida. Pero para él la solución es siempre el perdón: «El sufrimiento siempre debe llevarnos al perdón. Perdono a mi esposa todas las mañanas»”, explica.
Adaptado de: fr.aleteia.org