Corría el año 1981. Nuestro “Agua Viva” de Perú* tenía apenas cinco meses y una familia había venido a celebrar los 40 años de matrimonio de los padres. Todo parecía feliz, pero el padre en realidad tenía cáncer de garganta. Esta noticia nos hizo redoblar nuestra delicadeza y amor por toda la familia. Para sorpresa de todos, entre el papá y la mamá pusimos de postre dos preciosas palomas de helado y una imagen de la Santísima Virgen.
Y mientras toda la sala aplaudía, las lágrimas brotaron de los ojos de varios de ellos. Luego vino el canto del avemaría. Al recibir las hojas con el texto de la oración de la tarde, el hijo mayor nos dijo tímidamente: "Somos judíos". Pero a la obrera misionera que los invitó a cantar a María el canto “Hija de Israel”, todos respondieron de inmediato, aceptando unirse a nuestra oración. Y su emoción fue grande al escuchar que se anunciaba en el micrófono que estábamos orando especialmente por ellos esa noche.
Al día siguiente, a alrededor de las 10:00 de la mañana, llegó el hijo mayor con un ramo de lirios blancos: "Traigo flores para la Virgen María. Esto es para agradecerle. Mis padres estaban tan felices con su velada que esta mañana en el desayuno-almuerzo solo hablábamos de Agua Viva. Mi padre, que es judío, pero en realidad ateo, me dijo anoche en el camino de regreso: "Si hubiera podido, habría cantado con ellas".
* Los restaurantes “Agua Viva” son lugares de encuentro y evangelización dirigidos por las Obreras Misioneras.
Tomado del Florilegio mariano (1986) del Hermano Albert Pfleger, marista.