San Francisco de Asís fue un santo rebosante de alegría cristiana y se complacía en comunicarlo.Fue precisamente el hecho de comunicar esa alegría cristiana lo que hizo crecer su corazón.Además, no es de extrañar que esté al origen del belén y que su orden sea la propagadora de lafestividad de la Visitación, fiesta gozosa.
Los franciscanos, hijos de san Francisco, fueron también los primeros en contemplar, meditar ydifundir los gozos terrenales de María, los cuales reunieron en un ejercicio de piedad llamado“Rosario seráfico”, “Rosario de los gozos de María” o “Corona franciscana”.
Los gozos contemplados en el Rosario seráfico han variado a lo largo de los siglos, tanto en losmisterios como en su número, para acabar estableciéndose en siete, al igual que los dolores deMaría: la Anunciación, la Visitación, la Natividad, la Adoración de los Magos, Jesús hallado en elTemplo, la Resurrección y la Asunción.
Esta corona, usada particularmente entre los franciscanos, fue un gran éxito. Fue adoptada porlas mentes ilustres, que la recomendaron por los frutos de santidad que su práctica producía en elpueblo de Dios. San Bernardino de Siena decía de él: «Por medio de la corona de los siete gozos,obtuve todas las gracias con que el cielo me ha colmado».
La alegría cristiana es un don que recibimos de Dios y que crece en nosotros a medida que elEvangelio entra en nuestra vida, a medida que volvemos a ser como niños pequeños. ¿No sonlos niños pequeños los más felices entre nosotros?
María reunió en sí misma todas las condiciones para estar constantemente colmada de un gozosanto, ese que nos hace felices, que es duradero, que distingue a los santos de quienes no lo sono de quienes no lo son suficiente.