La Inmaculada es el refugio de los pecadores, el lugar donde los peores pecadores, inclusoaquellos que parecen estar sumidos en su pecado, aquellos que se sienten corruptos hasta lomás profundo de sí mismos, pueden saborear la pureza absoluta y encontrar el camino hacia Ella.
María es nuestra Madre. No es un título honorífico, sino una realidad, una realidad tan concretacomo puede ser la maternidad de todas las madres de la tierra, con la diferencia de que nuestroamor maternal es limitado, frágil, mezclado con egoísmo, pereza, cobardía...; pero no el amor deMaría, precisamente porque es inmaculada.
Su pureza no la convierte en alguien etéreo, un poco irreal, como un ideal maternal inaccesible. Alcontrario, Ella es más humana, está más presente, es más libre. El pecado no impide su amor pornosotros, nunca lo distorsiona ni lo altera.
Como buena educadora, María no actúa en nuestro lugar, sino que nos enseña a realizar lo quedebemos hacer cómo y cuándo debemos hacerlo. Así, nuestra vida se ordena poco a poco y seserena en profundidad.
«Al pedir a María que ore por nosotros, nos reconocemos pobres pecadores y nos dirigimos a la“Madre de la Misericordia”, a la Purísima. Nos entregamos a Ella "ahora", en el hoy de nuestravida. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle ahora mismo “la hora de nuestra muerte”.Que Ella esté allí presente como lo estuvo en la muerte de su Hijo en la cruz y que nos acoja enel momento de nuestro paso final como Madre nuestra para conducirnos a su Hijo Jesús, alParaíso»*.
* Enciclopedia Mariana
Catecismo de la Iglesia Católica núm. 2677.