La Cuaresma es como un éxodo. ¡El éxodo es siempre una prueba para muchas personas que han experimentado este episodio en sus vidas! El mismo pueblo hebreo experimentó esta prueba, después de su liberación de la esclavitud en Egipto. El Éxodo es por tanto una “salida”. Tienes que dejar tu país, tu familia, tus posesiones, tus hábitos, embarcarte en una aventura hacia lo desconocido, hacia lo nuevo. Es una salida para vivir algo diferente, en otro lugar.
El Éxodo cristiano es una respuesta al llamado de Dios como en el caso de Abraham: "Deja tu país, tu familia y la casa de tu padre. Entonces ve al país que te voy a mostrar. (Gn 12, 1); en cuanto a María y José: “Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto…” (Mt 2, 13). Así, éxodo es huir por varias razones. Para este tiempo de Cuaresma, nuestro éxodo nos pide huir del mal, del pecado.
Con María, estoy invitado a este proceso de conversión: “¡Haced lo que Él os diga!” Este es mi éxodo de bautizado al que Cristo me llama: “Ha llegado la hora y el Reino de Dios está cerca: convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15).
Jesús nos invita a acoger la gran novedad, la realidad del Reino de Dios, que Él ofrece a todos. Él nos muestra el camino a seguir: convertirnos y creer en el Evangelio. En otras palabras, cambiar radicalmente de vida y acoger la Palabra de Dios dirigida por Jesús a la humanidad de todos los tiempos.
Contemplando el ejemplo de María, sigámosla, emprendamos tras ella nuestro camino de éxodo. María fue dócil a la voz del Ángel del Señor. Ella sabía que había un peligro inmediato para el niño, un peligro de muerte. Que estaba amenazado. ¡Tiene que salir de su país con todos los riesgos que eso conlleva! ¡Cuánto dolor para el corazón de una madre! Vayamos con María, Madre Dolorosa, por este camino de conversión que exige de nuestra parte desarraigo, esfuerzo, voluntad, valentía, lucha... ¡Para nosotros también es cuestión de vida! La vida que nos da el Señor.
Cristo me llama, con María, su Madre, a tomar otro camino; a abandonar el camino del mal y del pecado que solo puede conducirnos al peligro, a la muerte. Porque hoy, ya no es a Herodes a quien debemos temer, sino a un enemigo mucho más formidable, Satanás: "El diablo, vuestro adversario, ronda como león rugiente, buscando a quien devorar" (1 Pe 5:8).
María, Nuestra Señora de los Dolores, experimentó tantos caminos dolorosos y difíciles de éxodo durante su vida, desde la huida a Egipto hasta la cruz, que sin temor, bajo su protección materna y sus buenos consejos, podemos emprender el camino del éxodo para dejar la esclavitud del pecado y vivir en la luz de Cristo.
Fuente: Congregación Misioneras Hospitalarias de las Hijas de Nuestra Señora de los Dolores, más conocidas como Hermanas de San Frai.