En 2012, un domingo, con motivo del Ángelus, el papa Benedicto XVI evocó a la Santísima Virgen María y la experiencia de la alegría:
«María Inmaculada nos habla: nos habla de la alegría, de esa alegría auténtica que llena el corazón liberado del pecado. El pecado lleva consigo una tristeza que nos lleva a retraernos en nosotros mismos. La gracia lleva consigo el verdadero gozo que no depende de la posesión de las cosas, sino que está enraizado en lo más íntimo, lo más profundo de la persona y que nada ni nadie puede arrebatarnos.
El cristianismo es esencialmente un "Evangelio", una "Buena Noticia", aunque algunos creen que es un obstáculo para la alegría, porque ven en él un conjunto de prohibiciones y reglas. En realidad, el cristianismo es el anuncio de la victoria de la gracia sobre el pecado, de la vida sobre la muerte... Por tanto, es necesario aprender a decir no a la voz del egoísmo y a decir sí a la voz del verdadero amor.
El gozo de María es completo porque no hay sombra de pecado en su corazón. Esta alegría coincide con la presencia de Jesús en su vida: Jesús concebido y alojado en su seno, luego el niño confiado a su amor materno, el adolescente, el joven, el adulto; Jesús saliendo de casa, seguido de lejos con fe y esto hasta la cruz y la resurrección: Jesús es la alegría de María y la alegría de la Iglesia, la alegría de cada uno de nosotros».