10 de febrero – Santa Escolástica – Francia: el rey Luis XIII consagra Francia a María (1638)

Francia es consagrada a María por medio de un edicto registrado por el Parlamento

En 1636, la Santísima Virgen pidió a la madre Ana María de Jesús Crucificado, una monja francesa que recibió los estigmas y a quien el cardenal de Richelieu tenía en gran estima, que le consagraran Francia.

Al año siguiente, el rey Luis XIII, "en el secreto de su corazón", consagró su persona y su reino a María, y con la reina Ana de Austria, multiplicó oraciones y peregrinaciones para obtener un heredero, esperado durante 22 años. La Madre de Dios respondió apareciéndose a una religiosa de Nuestra Señora de las Victorias, recién fundada por el rey en agradecimiento a la Virgen por sus primeros éxitos militares. María pide hacer tres novenas: a Nuestra Señora de Cotignac en Provenza, a Nuestra Señora de París y a Nuestra Señora de las Victorias.

Rápidamente se reconoce el carácter sobrenatural de los hechos y se advierte a la Reina. Un religioso, el hermano Fiacre, completa las tres novenas el 5 de diciembre y, nueve meses después, nace Luis XIV, quien recibe el nombre de bautismo de “Louis Dieudonné” (Luis Diosdado). Tan pronto como la reina tuvo la certeza de su embarazo y sin esperar al nacimiento para saber si el niño sería niño o niña, Luis XIII publicó el edicto oficial el 10 de febrero de 1638, el cual consagraba solemnemente Francia a María.

Luis XIII se aseguró de que este edicto fuera registrado por el Parlamento como un acto de autoridad soberana. Establece una procesión cada año, el 15 de agosto, en la festividad de la Asunción, en todas las iglesias de todas las diócesis del reino. He aquí un extracto del edicto de consagración de Francia a María, promulgado por el rey Luis XIII

«Tantas gracias evidentes nos hacen creer que estamos obligados a consagrarnos a la grandeza de Dios por su Hijo descendido a nosotros y a este Hijo por su Madre asunta hasta él, a cuya protección confiamos particularmente nuestra persona, nuestro estado, nuestra corona y todos nuestros súbditos. No siendo nuestras manos suficientemente puras para presentar ofrendas a la Pureza misma, creemos que los que han sido dignos de llevarlas las harán hostias agradables [a Dios] y es bien razonable que, habiendo sido ella la Mediadora de estos beneficios, lo sea también de nuestra acción de gracias». 

Cf. Encyclopédie Mariale tomo IV – Beauchesne 1956 – p. 714

Y también: Notre Histoire avec Marie

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