En el tomo 1 de El Evangelio tal como me fue revelado, María Valtorta* relata la escena de la presentación de Jesús en el Templo, de la cual recibió por gracia la visión. Aquí damos un extracto:
«Hay gente, unos curiosos mirando. Entre ellos emerge un viejecito encorvado que camina penosamente apoyado en un bastón. Debe ser muy viejo, diría que más de ochenta años. Se acerca a María y le pide que le dé el Bebé por un momento. María lo complace con una sonrisa.
Es Simeón. Siempre pensé que pertenecía a la casta sacerdotal y, al contrario, es un simple creyente, al menos a juzgar por su ropa. Toma al Niño, lo besa. Jesús le sonríe con el semblante inseguro de los niños. Parece observarlo con curiosidad, porque el viejecito llora y ríe a la vez, y las lágrimas se deslizan como perlas por su rostro, insinuándose entre las arrugas y cayendo sobre la larga barba blanca hacia la cual Jesús tiende las manos. Jesús es todavía un bebé y lo que se mueve frente a él le llama la atención y le dan ganas de agarrar las cosas para ver mejor lo que es. María y José sonríen, y también los presentes que elogian la belleza del Niño.
Escucho las palabras del santo anciano y veo la mirada atónita de José, la emoción de María, las reacciones del pequeño grupo de personas presentes, unos sorprendidos y conmovidos por las palabras del anciano, otros estallando en carcajadas. Entre estos últimos hay hombres barbudos y miembros del Sanedrín que asienten con altivez. Miran a Simeón con irónica compasión.
Deben pensar que su vejez le ha hecho perder la razón.
La sonrisa de María se desvaneció en una palidez evidente cuando Simeón le habló del dolor. Aunque ella lo sabe, esta palabra le atraviesa el alma. María se acerca a José para encontrar consuelo; estrecha apasionadamente a su Niño contra su pecho y, como un alma sedienta, bebe de las palabras de Ana que, siendo mujer, se apiada del sufrimiento de María y le promete que el Eterno endulzará en él la hora de su dolor dándole una fuerza sobrenatural: “Mujer, el que le dio el Salvador a su pueblo, no dejará de darte su ángel para calmar tus lágrimas. La ayuda del Señor no ha faltado a las grandes mujeres de Israel y tú eres mucho más que Judith y que Yael. Nuestro Dios te dará un corazón de oro purísimo para resistir el mar de dolor por el cual serás la Mujer más grande de la creación, la Madre. Y tú, Pequeño, acuérdate de mí en el momento de tu misión”».
Fuente: www.maria-valtorta.org
*Maria Valtorta (1897-1961) es una vidente y mística laica italiana, miembro de la Tercera Orden Católica de los Servitas de María y autora de escritos espirituales, cuyos 10 tomos de El Evangelio tal como me fue revelado, es su obra principal.