Hay que temer tocar al misterio de la Santísima Virgen María. Es una cosa profunda, muy pura, muy luminosa y quien carezca de lo necesario para acercarse a ella —es el caso de cada uno de nosotros, por nuestras resistencias, por la pesadez de nuestra mente—, la rebajará, la distorsionará con su óptica particular.
Debemos pedirle a la misma Virgen Santísima que abra nuestros corazones, que los haga transparentes para que su misterio no se reduzca en nosotros a nuestra medida, sino que seamos transformados, nosotros, en su luz.
Card. Journet, citado por Mons. Brincard en el prefacio del libro de Daniel-Ange, Touche pas à ma Mère (“No toques a mi Madre”).