21 de enero – Republica Dominicana, Higuey: Nuestra Señora de Altagracia (1650)

El 21 de enero 1923, la Santísima Virgen se aparece a Sor Josefa Menéndez

Josefa Menéndez (1890-1923) es una monja católica española que vivió en Francia durante casi cuatro años, desde el 5 de febrero de 1920 hasta su muerte el 29 de diciembre de 1923. Gran mística, recibió muchos mensajes atribuidos a Jesús y María, mensajes de gran sencillez. Los reunió en su libro Un llamado al amor, bendecido entonces por el futuro papa Pío XII. Su causa de beatificación está en curso.

El 21 de enero de 1923, la Santísima Virgen, que se le apareció en la capilla por la tarde, fue la primera en subrayar el mérito de este acto: «Porque venciste tus repugnancias por amor —le dijo— el Cielo se ha abierto hoy por la eternidad para un alma cuya salvación estaba en peligro. ¡Si supieras que las almas pueden ser salvadas por estos pequeños actos!». Ella es tan buena y tan Madre, que me atreví a confiarle varias cosas... y ella me respondió: «Jesús quiere que, durante tu vida, sus palabras permanezcan ocultas. Después de tu muerte, serán conocidas de un extremo a otro de la Tierra y muchas almas, gracias a su luz, se salvarán por el camino de la confianza y el abandono en el Corazón misericordioso de Jesús».

Josefa, siempre temerosa ante cosas tan grandes, expresa a esta Madre incomparable todas sus angustias: «Hija mía —le dijo con ternura— no tengas miedo, la OBRA de Jesús debe fundarse sobre muchos sufrimientos y amor.... No tengas miedo, Jesús es todopoderoso y es él quien actúa. Él es fuerte y él es el que te apoya. ¡Él es misericordioso, y es él quien te ama!». Luego, advirtiéndole, por así decirlo, de las tribulaciones por las que tendría que pasar: «Él conoce el fondo de los corazones y es él quien permite todas las circunstancias. Si, más de una vez, sus planes te parecen incomprensibles, es porque quiere mantenerte así, humilde y pequeña. (…) ¡Que toda tu ambición sea darle muchas almas, mucha gloria y mucho amor!». Le pedí que me bendijera. Ella trazó sobre mi frente la señal de la cruz con sus dos dedos, diciendo «Sí, te bendigo con todo mi corazón» y desapareció.

Extracto de Un Appel à l’Amour (“Un llamado al amor”), Éditions de l’Apostolat de la prière, Toulouse.

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