Adán había escalado la montaña de la soberbia; el Hijo de Dios quiso descender al valle de la humildad. ¿Encontró entonces un valle al que descender para encontrar la humildad? ¡No en ti, Eva, madre de nuestra desgracia, no en ti, sino en la bienaventurada María!
Ella es realmente ese valle de Hebrón, por su humildad y por su fuerza. Ella es fuerte, por su participación en la fuerza de quien se ha escrito: "El Señor es fuerte y poderoso. Ella es esa mujer fuerte que Salomón llama: «Una mujer fuerte, ¿quién la hallará?" ¡Eva, aunque creada en el paraíso, sin corrupción, sin contaminación, sin enfermedad ni dolor,¡resultó ser tan débil, tan inestable! "¿Quién encontrará a esta mujer fuerte?" ¿Podemos encontrarla en esta tierra de miseria, cuando no pudimos encontrarla en la dicha del paraíso?
Hoy, Dios Padre ha encontrado a esta mujer, la ha encontrado para santificarla; el Hijo la ha hallado para habitarla; el Espíritu Santo la ha encontrado para iluminarla; y el ángel la encontró para saludarla así: "¡Salve, llena eres de gracia, el Señor es contigo!" He aquí la mujer fuerte, aquella en la que la fortaleza reemplaza a la curiosidad, en la que la humildad excluye toda vanidad, en la que la virginidad está libre de toda voluptuosidad.
San Elredo de Rieval (1109-1167)
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