Quienes saben leer los signos de los astros, han reconocido en los brazos de la Virgen al Creador de los hombres; y en los rasgos de quien tomó condición de esclava, adoraron a su Maestro. Ellos, con gran entusiasmo, la honran con sus regalos cantando a la Toda Bendita:
Salve, oh Madre del sol sin ocaso;
salve, aurora del místico día.
Salve, tú apagas hogueras de errores;
salve, Dios Trino al creyente revelas.
Salve, del trono derribas al tirano enemigo;
salve, nos muestras a Cristo Señor y amigo.
Salve; nos has liberado de bárbaros ritos;
salve, nos has redimido de acciones malignas.
Salve, destruyes el culto del fuego pagano;
salve, extingues las llamas del vicio.
Salve, camino a la santa templanza;
salve, alegría de todas las generaciones
¡Salve, virgen y esposa!
Los Magos regresaron a Babilonia como testigos, portadores de Dios. Allá anunciaron la Buena Nueva y cumplieron la Escritura al proclamarte ante todos como el Mesías. Herodes se quedó solo, preso de su estupidez, incapaz de sumarse a alabanza: ¡aleluya, aleluya, aleluya!
Himno Acatista: atribuido a Romanos Melodos († 560), quien lo escribiría para la festividad de la Anunciación del 532, después de que Constantinopla fuera liberada de los desastres de una guerra civil durante el reinado del emperador Justiniano.