Cuando Dios contemplaba con su pensamiento eterno a la Virgen, a Cristo y a la Iglesia, dio su aprobación absoluta a toda la creación, proclamándola, en hebreo, tob meod y, en latín, valde bona, esto es, “muy buena” (Gn 1, 31).
Este fue el mismo tema del gran gozo que sintió la Sabiduría Divina al pensar en los hijos del Hombre:
• vio en ella a la única hija pura e inmaculada de Adán;
• vio en ella al Hijo del Hombre por excelencia, el único justo;
• vio en ella a la multitud humana unificada en la forma de una sola sociedad basada en el amor y la verdad.
La Sabiduría Divina contemplaba de esta forma su futura encarnación y, en los hijos de Adán, a sus propios hijos. Y se alegró al ver que valía la pena el proyecto de creación que ella ofrecía a Dios (cf. Mt 11, 19).).
Vladimir Soloviev. Extracto de La Russie et l'Église universelle (“Rusia y la Iglesia universal”). Ed. Albert Savine, París 1889, LXVII, p. 260-261
Y tambièn: Enciclopedia Mariana