La historia del secreto de Fátima, en Portugal, comienza el 13 de julio de 1917, cuando la Santísima Virgen lo confió a los tres pequeños videntes. Si Lucía no ocultó que habían recibido un secreto, ninguno de los tres niños reveló jamás el más mínimo dato del mismo, incluso cuando Arturo de Olivera Santos, administrador del cantón de Vila Nova de Ourem, los amenazó con hacerlos freír en un caldero de aceite hirviendo. Después de la muerte de Francisco, el 4 de abril de 1919, y de Jacinta, el 20 de febrero de 1920, Lucía sigue siendo la única que lo conoce y puede revelarlo.
Con la autorización del Cielo, comenzó a desvelar ciertos contenidos a partir de 1925, entre los que destacan la comunión reparadora de los primeros sábados de mes y la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María. Pero ni la comisión de investigación ni sus confesores en ese momento quisieron saber más de lo que Lucía les confió espontáneamente.
Entre 1935 y 1941, a pedido del obispo da Silva, sor Lucía escribió cuatro memorias. En las dos primeras, se mantiene muy evasiva sobre la cuestión del secreto: presenta ciertos pasajes del mismo: el infierno, el Santo Padre, etc., pero sin decir que vienen del secreto. Es solo en el tercero, escrito en agosto de 1941, que por primera vez revela mucho del secreto. De los tres puntos que contiene, revela dos: la visión del infierno y la devoción al Inmaculado Corazón de María.
Un mes más tarde, muy impresionado por el contenido de esta memoria, el obispo da Silva le pidió un relato completo de las apariciones, por lo que Lucía le envió una cuarta memoria en la que también se encuentra el secreto del 13 de julio, pero todavía sin el tercer punto. En comparación con la redacción anterior, Lucía agregó solo algunas palabras: “En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe, etc. Esto no se lo digan a nadie. A Francisco, sí pueden decírselo”.