La profecía de Isaías había anunciado la maravillosa venida del Mesías en el seno de una Virgen de Israel, pero también había otros anuncios que evocaban misteriosamente a la madre del Salvador, su parto, su virginidad y el lugar del nacimiento del Mesías.
Isaías fue el primero en profetizar sobre un parto milagroso y sin dolor:
«Antes de estar de parto dio a luz, antes de que llegara el dolor fue liberada de un niño. ¿Quién ha oído hablar alguna vez de algo así? ¿Quién ha visto alguna vez algo así?» (Is 66, 6-8).
También se habían dado profecías sobre el cierre perpetuo de una puerta enteramente reservada al Señor: «El hombre me hizo volver a la puerta exterior del santuario, la que mira hacia el oriente; estaba cerrada. El Señor me dijo: “Esta puerta permanecerá cerrada; no se abrirá; nadie entrará por ella; porque por ella ha entrado el Señor, Dios de Israel; ella permanecerá cerrada»” (Ez 44, 1-2). “Ella es un huerto bien cerrado, hermana mía, oh amada; un huerto bien cerrado, un manantial sellado» (Ct 4, 12).
Y el profeta Miqueas había anunciado también el destino mesiánico de Belén: «Y tú, Belén Efrata, no eres la menor de las tribus de Judá, porque de ti me nacerá el que ha de reinar sobre Israel. Sus orígenes se remontan a tiempos antiguos, a la antigüedad. Por tanto, quedará abandonada hasta el tiempo en que haya dado a luz la que ha de parir» (Mi 5, 1-2).