La Virgen negra de Jasna Gora es más que una pintura

A pesar de la persecución religiosa que, en la década de 1950, asoló durante más de treinta años a Polonia bajo el comunismo, la afluencia de peregrinos a Nuestra Señora de Czestochowa, donde se encuentra el icono de la Virgen Negra de Jasna Gora, lejos de disminuir, aumentó y se intensificó en su fervor.

Recordemos brevemente la historia de este icono de origen bizantino. Esta historia data del siglo XIV, pero su origen se remonta mucho más atrás. Hacia 1382, el príncipe Ladislao de Opole llevó el icono a Jasna Gora y encomendó su custodia a los ermitaños de San Pablo, quienes se han encargado de ello desde entonces. El santo icono nunca ha abandonado el retablo del santuario, según el testimonio de las más antiguas crónicas. Por tanto, no fue la "defensa de Czestochowa" lo que lo hizo famoso, sino, por el contrario, fue el carácter sagrado del famoso icono lo que provocó la feroz resistencia de un puñado de hombres que, con alegría, arriesgaron sus vidas en lugar de dejar a "su Reina" en manos impías y sacrílegas.

Debemos entender el culto a los iconos, que es desconocido en Occidente. De origen sagrado, tiene un significado litúrgico. Su fin no es solo instruir como nuestras catedrales que eran una especie de "Biblia de los pobres", sino permitir a quien los contempla entrar en contacto con la realidad que representan.

Así, la Virgen Negra de Jasna Gora es para los polacos mucho más que una pintura o una reliquia venerable... Buscan y encuentran allí una presencia misteriosa, como si la Reina del Paraíso estuviera complacida en Jasna Gora por el culto que se le dispensa a su retrato.

Adaptado de: María Winowska, Ecclesia n° 185.

* María Winowska (1909 - 1993), polaca, mujer de letras y periodista católica.